El Huracán ETA fue identificado como depresión tropical desde el viernes 31 de octubre, las alertas se hicieron notar en el Caribe y en Centroamérica, a excepción de Honduras, pues el narcogobierno del partido nacional y del partido liberal, de las fuerzas armadas, del COHEP y de la banca comercial se encontraban en trabajos preparativos en la apertura económica del sector turismo para el feriado de la semana morazánica.
Esta premisa nos hace cuestionarnos ¿Qué tan poco le importamos a quienes usurpan el poder? ¿Acaso su avaricia, sus cuentas bancarias y empresas están por encima de las vidas de las y los hondureños? – luego de 4 días de intensas lluvias, múltiples estructuras dañadas o destruidas, personas en los techos de sus casas, desplazados, desaparecidos e incomunicados y cultivos perdidos, nos da la respuesta, pues se puede leer en los ojos de la gente, un grito permanente e histórico de auxilio traducido en un silencio sostenido, ¿Ahora que vamos a hacer?
Han transcurrido 22 años desde el paso del Huracán MITCH; tiempo en el cual la clase política y económica corrupta y criminal, han impedido el desarrollo integral, justo y digno para las grandes mayorías, campesinas/os, indígenas, obreras/os, estudiantes y mujeres. En 22 años, el “desarrollo” solo ha tenido dos grandes beneficiarios, las empresas y los bancos, aquellos que construyen proyectos residenciales para sus lujos en zonas de amortiguamiento, proyectos mineros e hidroeléctricos en zonas de reserva de agua para uso y consumo humano, proyectos turísticos en tierras garífunas, tala ilegal del bosque en tierras Tolupanas y las pretensiosas ZEDES.
Con tal destrucción sistemática y con mayor intensidad desde el golpe de Estado en 2009 y su Honduras Open for Bussisnes ¿Que esperaban que sucediera? – pues el modelo extractivo y el capitalismo irracional de la élite hondureña son la pandemia y el huracán permanente para nuestro país y su gente.
Durante años diversas organizaciones a nivel nacional, entre ellas el Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia, MADJ, han denunciado permanentemente ante la comunidad nacional e internacional las consecuencias de dichos proyectos, sus concesiones, licencias y permisos ambientales ilegales y corruptos, instrumentalizando el sistema para encarcelar, desplazar o asesinar a quienes defienden su territorio de los invasores nacionales y del capital transnacional. Estas organizaciones hoy demuestran tener razón en sus posturas políticas y criterios anticapitalistas, las comunidades en resistencia tuvieron y tienen la razón; son proyectos de muerte y no de desarrollo. Existe una realidad, las montañas ya no retienen las aguas, pues en lugar de flora y fauna, hay proyectos mineros, hidroeléctricos, turísticos y residenciales, cuyos dueños pasean libremente por nuestro país con total impunidad.
El amanecer del 05 de noviembre nos traduce que no es ni Dios ni la naturaleza quien castiga, pues estos son los resultados de la imposición de un narcogobierno, dedicados rigurosamente a hacer funcionar un complejo sistema corruptos, traficante y de lavado de dinero, que crea desigualdad, empobrecimiento y violencia en nuestros territorios, comunidades y barrios.
El camino a la salida de la crisis puede ser diverso, pero debe tener el alcance de la justicia de los pueblos, el comportamiento del régimen dictatorial es criminal y lesa humanidad, todas las muertes y las pérdidas materiales son su responsabilidad, todas estas eran evitables si existieran gobiernos en favor de las grandes mayorías.
Ese debe ser nuestro compromiso, hacer justicia popular y buscar la dignidad de los pueblos en cada uno de los frentes y de acuerdo a la altura histórica y política que nos atañe. Podemos ver como nuestras familias pierden todo o podemos surgir como otra Honduras refundada, tal cual la han planteado por años Pajuiles, Guapinol, Reitoca, Utopia, Zacate Grande, Río Blanco, Jilamito, Vallecito, Locomapa, entre otras; las alternativas siempre nacen desde el pueblo, que de manera organizada hace lo que la narcodictadura es incapaz en su moralidad y su ética, pues en tiempos de crisis y sosobra, solo el pueblo salva a el pueblo.
Hasta la dignidad, siempre.